Se perdió entre el silencio del vacío, se perdió por
encontrar su esencia más allá del espacio, en un lugar pleno de ausencia, en el
que sus dedos caminaban veloces, serpenteando, jugando tanto con las blancas
como con las negras en una partida imposible de ganar. Con cada nota, con cada
acorde, viajaba más y más rápido, no podía mirar atrás, no podía verla de
nuevo, la que había sido su musa se desvanecería, se fundiría con la distancia,
como oleos en el mar. Si la observase se quedaría de piedra, tenía que seguir,
perderse entre el silencio del vacío.
Y es que a donde vas, Caronte, no hay olas, no hay limosna
que sacie tu hambre, no hay destino, sólo armonía, sólo ausencia, sólo una
vereda arrasada por la luz que desprendes a tu paso. Qué más da si puedes
correr, si puedes volar, pues vives más allá del tiempo, pues tu melodía baña
de sueños la inmensidad y tras de ti, tras de ti sólo queda el eco.
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