martes, 9 de junio de 2015

23 + 1 x Mí

Días en los que la noche llega tarde, cuando ya no se la espera. Días esos en los que los parpados se repelen, en los que te quedas mirando el viso del techo, ese que reflecta radiales de luz hipnóticos. Entonces, atrapado en tus pensamientos, reflexionas sobre el valor de tu vida, el valor de tus actos, lo comparas con el de los demás, te das cuenta de lo absurdo que es, pero no obstante te planteas unas prioridades que son francamente inasumibles.

Obviamente tú no tienes capacidad de decisión, no puedes fustigarte, ni lanzarte a la aventura desde la premeditación, te cansarás mucho antes de que la ansiedad haga su trabajo. Es una carrera de resistencia en la que toda energía acumulada es vana, el desasosiego la consumirá en un segundo, los dos pasos atrás para coger impulso serán eso, dos pasos atrás, pasos estos en los que te apoyarás para ver el futuro. Otro anodino día en el que la noche llega tarde y en el que los parpados se repelen.

¿Y qué harás mientras te reconcilias con los sueños? La cara más cruda , esa a la que nunca ha dado el sol, fría como supongo que es el infierno. Esa es la que saldrá de una vorágine de sentimientos encontrados que se arremolinarán en torno a ti, recreando las tempestades que hace tiempo observabas en el mar. Y a la deriva vagarás a merced de un viento tan caprichoso como helado, y frías tus mejillas se sonrojarán, buscando la aprensión de la vergüenza, porque no existe reconciliación posible, porque esa cara tan cruda es la tuya, porque el infierno habita en tus ojos, secos y casi inertes. Inexpresivos, especulando con la tóxica fantasía de un mundo que te atormenta, de una salvación que supondría caer en las redes de la paranoia colectiva.

Es la tortura de una consciencia viva y solitaria, es el día a día de un hogar sin ventanas.

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