martes, 12 de enero de 2016

El pedo.

Me pillo un pedo, entonces pienso, pero no demasiado, pues es insano dar vueltas a la rueda y girar. Como giran los discos, confiscados del fisco, finados sin rastro, ni eco, ni olor. Que se vaya el dolor, que se vaya de golpe, y que galope de vega en vega, allén de la verga que lanza mi honor. Y así de porrazo, me atina su mazo, espalda molida portando el zurrón, que oculta la herida de un corazón que huele el llanto, que el huele el pedo que llevo intentando olvidar, sonidos de ayeres fugaces, oriundos disfraces de tierras falaces, de insultos del yermo, del luto y del muermo que viene a humillar. Porque me pillo un pedo y entonces pienso, que ha donde me ha traído esto no está tan mal.

Imaginario colectivo.

Nunca entendí tu visión,
quise escuchar,y me cegó.
Me cegó la luz, esa luz que otorgó
al silencio, a tu silencio, la razón.
Quieto, dibujando en mis ojos,
dibujando cada despojo
de la imaginación.
La que grita y brama,
la que irrita.
La que resiste incívica
a acatar la tentación.
Un sillón a la ventana,
un deseo que amilana
a la caterva por banal.
Por banal y lujuriosa,
como el vino con gaseosa,
disfrazando al paladar,
que inyecta sangre y velo,
detrás el escalpelo,
sajando sin parar.
Destino encorsetado,
al subir cada peldaño
con suerte y devoción,
abyecto es el rebaño,
el que gime exaltado,
a negar revolución.
Nunca entendí tu visión,
puse mi voz al resplandor.
Me llenó y así, así como se alargó
el silencio, mi destino, fue precoz.
Sobre vivo, sobre muerto.
Sobre sellado, de papel reciclado
con ideas dispersas,
que saben a miel
y que hoy son mi piel.
Tan fina y tan dura,
extendida en llanuras
con vías de roble y riel.
Que guían pensamientos,
que abaten al resto común
como un unísono vendaval.
Soplando en la ventana,
atestando de paz y calma
la ignorancia, la verdad.

jueves, 7 de enero de 2016

Melancolía inversa.

Tumbado al fin, en el palpito soporífero de la luna.

Buscando el redil, que al pecho abrió el pasar de la turba,

el pasar del tiempo, el pasar de las horas, a pesar de todo, de mi cordura.

Odiar todo lo que una vez me diste, por lo triste, por lo bueno,

por aquel momento en que burlamos la cruz y llenamos de luz nuestros sueños.

Odiar todo lo que un día luchamos, con los años, con las vidas,


por aquel instante en que las prisas, con sus prismas, cegaron nuestro amor.

Besos de ayer.

Rosal varado a orillas de mi mar,

a orillas de mi llanto salado

regando y colmando de vida tu recuerdo.

Tus cantos de sirena con espinas,

que pinchan mis globos, cierran mis ojos

meciendo y soñando que te encuentro.

Ya hace mucho que no escribo,

ni miro por la ventana por si pasas,

sin saberte o si besarte olvido,

como besa el alma, besar con ganas.